Soltar

En algún momento de nuestra vida como almas hemos sufrido una gran pérdida o un abandono, que nos ha generado un desgarro, una herida y un gran vacío en nuestro pecho y en nuestro corazón. En consecuencia esto provoca que nos aferremos a los demás por miedo a que vuelva a suceder lo mismo. Provocando una gran dependencia o apego emocional.

Cortar estos vínculos no es fácil, puesto que tenemos una gran necesidad inconsciente de llenar ese vacío que alguien nos dejó.

Un shock, un impacto en nuestra vida, un trauma en nuestra infancia, nuestra niñez,  en el vientre de nuestra madre, el no ser un hijo deseado, un abandono, una pérdida importante, incluso experiencias anteriores a esta vida, a esta encarnación nos puede dejar marcados de forma consciente y mayoritariamente de forma inconsciente para siempre. Aunque no seamos conscientes de ello, tenemos un impulso irrefrenable de estar siempre acompañados o de sentirnos completos. Está en nuestro inconsciente, puede ser que no sepamos de donde viene, pero no lo podemos controlar. Esto nos lleva a tener relaciones con vínculos empastados, y no hablo únicamente de relaciones de pareja, sino también relaciones familiares, de amistades… con cualquier persona con la que nos sintamos vinculados. Por esa necesidad de llenar ese vacío como sea, cueste lo que cueste.

Esto genera una relación de dependencia con un intercambio energético constante. Que si vibramos en la misma frecuencia el intercambio será equilibrado, pero que difícil es mantener en buena vibración nuestra energía, y más si ese impulso irrefrenable es inconsciente. Y así provocamos un desequilibrio en nuestra energía y en nuestras relaciones.

Trabajar el desapego no es desvincularse de nadie ni romper ninguna relación, aunque a veces es totalmente necesario romper esos vínculos tóxicos. Trabajar el desapego es colocarnos a nosotros mismos en nuestro lugar y a los demás en el suyo, de igual a igual.

Es importante sanar la causa que provocó ese vacío. Intentando comprender todas esas emociones que sentimos. Abrazándolas, queriéndolas, sanándolas. Comprendiendo ese dolor desde la verdad de tu alma. Dejándolo ir. Permitiéndote sentir lo que sientes, siéntelo no lo reprimas. Tu alma se expresa a través del lenguaje de tu cuerpo. Permítete sentir, acéptalo y cuando estés preparado déjalo ir. Liberando así todo ese dolor y sufrimiento que durante tanto tiempo han sido tus compañeros de viaje. Sánate a ti mismo y sanarás tu alma. Y cuando llegues a este punto en el camino de tu vida, ya estarás preparado para romper todos esos vínculos empastados que te mantenían atrapado, y que ya no necesitas porque te sentirás completo. Poniendo así orden en tu vida y en tu camino, equilibrando toda tu energía. Liberando toda la toxicidad que has acumulado de todas esas relaciones de dependencia emocional, de las que tanto habrás aprendido, y que ahora ya no necesitas. Sanarás esos vínculos enquistados y ahí transformarás eso lazos en puro amor. Desde el respeto, cariño, libertad, compasión y amor que todos somos y merecemos.

Cuando estés lleno de ti, cuando estés lleno de tu luz y sientas tu luz en ti, te darás cuenta que ya no estarás solo nunca más. Que ese vacío por fin se llenó. Lo único que necesitabas era reencontrarte contigo  mismo. Entonces comprenderás que los demás sólo son acompañantes en tu camino. Pero el camino es tuyo y eso es lo que has venido a hacer, hacer tu camino.

El apego nos ayuda a tomar consciencia de que tenemos algo pendiente por sanar, un vacío que llenar. Y la toma de consciencia es un proceso, es un camino, y no todos tenemos el mismo ritmo, hay que trabajar la aceptación y el respeto por el proceso de cada uno. Y podemos dar gracias que hoy en día disponemos de herramientas maravillosas para hacer este camino más fácil y menos doloroso, tales como las Flores de Bach, EFT-Tapping, Reiki, Regresión, entre otras.

“Si no aprendemos a soltar, si no dejamos ir, si el apego puede más que nosotros y nos quedamos ahí atados, pegados a esos sueños, fantasías e ilusiones, el dolor crecerá sin parar y nuestra tristeza será la compañera de ruta.”

Jorge Bucay

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