La infancia

El mayor poema jamás conocido

es uno del que todos los poetas han surgido

la poesía, innata, en paños,

de tener solo cuatro años.

 

Todavía joven para formar parte

del gran corazón de la naturaleza,

nacido hermano del pájaro, el árbol y la bestia,

inconsciente como la abeja.

 

Aún revestido de encantadora razón

cada día un nuevo paraíso en construcción.

Alegre explorador de cada sensación

¡Sin desmayo, si pretensión!

 

En tus ojos transparentes

no hay conciencia ni sorpresa:

el singular acertijo de la vida aceptas,

tu peculiar divinidad recuerdas…

 

La Vida, que todo pone en verso,

puede que haga de ti un poema con el tiempo,

pero hubo días, oh tierna cría,

en que tú fuiste la misma poesía.

 Cristopher Morley

 

En nuestro comienzo maravilloso en el que todos somos “la misma poesía”. Cuando tenemos nuestro potencial humano innato, el comienzo de nuestro camino en esta encarnación, en esta nueva vida, la infancia. Donde somos fácilmente manipulables e influenciables. Ahí donde empieza nuestro camino como niños, con nuestra curiosidad espontánea, con nuestra creatividad, con la ilusión y las ganas de vivir y descubrir, todo lo que ocurra en ese período nos marcará toda la vida.

Somos muchos yoes, el niño dentro del vientre de mamá, el niño cuando nace, el niño de tres meses, el niño de un año, de dos años, de tres… todos forman parte de nosotros, somos nosotros. Y en nosotros hay uno o más niños interiores heridos, que fueron dañados en esta etapa tan vulnerable de nuestra vida, en nuestra infancia, por soledad, rechazo, miedo, abandono, pérdida, incomprensión…

Es muy importante estar en contacto con nuestros niños interiores, porque inconscientemente nos influyen en nuestra vida permanentemente, marcando nuestra conducta, comportamiento, toma de decisiones… en cada paso de nuestro camino hay un niño herido, sufriendo, con miedo, que necesita una mano, un abrazo, un beso, una mirada, un reconocimiento.

Debemos estar en contacto con nuestros niños heridos, escucharles, darles lo que no tuvieron en su momento, darles amor, cariño, protección, reconocimiento, sanación. Para así liberar todo ese dolor y poder integrarlos en nuestro corazón, dándoles un bonito y digno lugar dentro de nuestro corazón.

Aquí viene la importancia de sanar a nuestros niños pequeños, para que se puedan liberar. Una de las técnicas que nos pueden ayudar, para mi “la terapia estrella” es la regresión, donde podremos retroceder a ese momento traumático que nos congeló en el tiempo, y así poder liberar ese dolor, liberar esa parte de nosotros, esa cristalización en el tiempo, sanando esa experiencia y poder integrar a nuestro niño interior en nuestro corazón, dándole el lugar que le pertenece, volviendo a conectar con lo que realmente somos, poesía.

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