Parábola: La casi trágica historia de un duende bondadoso

Érase una vez un duendecillo bondadoso. Era un duende muy feliz. Era brillante y curioso y conocía los secretos de la vida. Por ejemplo, sabía que el amor era una alternativa; que el amor requería mucho esfuerzo, y que el amor era el único camino. Sabía que podía hacer cosas mágicas y que su única forma de magia se llamaba creatividad. El pequeño duende sabía que mientras siguiera  creando no habría violencia. Y conocía el mayor secreto de todos: que él era algo en vez de nada. Sabía que estaba siendo y que ser lo era todo. Esto se llamaba el secreto del “yo”. El creador de todos los duendes era el Gran Yo Soy. El Gran Yo Soy siempre fue y siempre será. Nadie sabía cómo o por qué esto era así. El Gran Yo Soy amaba y creaba sobre todas las cosas.

Otro de los secretos más importantes era el secreto del equilibrio. Este secreto significaba que la vida entera es una misión de contrarios. No hay vida sin muerte, alegría sin pena, placer sin dolor, luz sin oscuridad, sonido sin silencio, bueno sin malo. La verdadera salud es una forma de integridad, y la integridad es sagrada. El gran secreto de la creatividad era equilibrar una energía creativa impetuosa con una forma que permitiera existir esa energía.

Un día nuestro duende, que por cierto se llamaba Joni, le rebelaron otro secreto. Al principio le asustó un poco. El secreto era que tenía una misión que cumplir antes de que pudiese crear nada más. Tenía que compartir sus secretos con una tribu feroz de no-duendes. Como ves, la vida de los duendes era tan buena y maravillosa que era necesario compartir el secreto de tal maravilla con aquellos que no sabían nada de la admiración y lo maravilloso. La bondad siempre quiere compartirse. A cada duende se le asignó una familia de la tribu feroz de los no-duendes. La tribu se llamaba Snamuh y no sabía secretos. A menudo malgastaban sus seres. Trabajaban sin descanso y parecían que se sentían vivos solo cuando estaban haciendo algo. Algunos duendes se referían a ellos como los “hacedores”. También se mataban entre ellos y entablaban guerras. A veces, en acontecimientos deportivos y en conciertos de música, se pisoteaban unos a otros hasta la muerte.

Joni ingresó en su familia Snamuh el 29 de junio de 1933, a las 3.05 a.m. No tenía idea de lo que le esperaba. No sabía que tendría que usar cada onza de su creatividad para contar sus secretos.

Cuando nació, la familia Snamuh le puso el nombre de Farquhar. Su madre era una princesa de diecinueve años muy guapa que estaba embrujada por la necesidad de actuar. Tenía sobre ella una extraña maldición. La maldición era una bombilla de neón en medio de la frente. Siempre que intentaba jugar, divertirse o simplemente estar, la bombilla parpadeaba y una voz decía “Haz tu trabajo”. Nunca podía solo estar y no hacer nada. El padre de Farquhar era un rey bajito, pero guapo. También  una maldición. Fue cazado por su madre, Harriet, una bruja malvada, que vivía sobre su hombro izquierdo. Siempre que intentaba sencillamente estar, ella gritaba y chillaba. Harriet siempre le estaba pidiendo hacer algo.

Para que Farquhar pudiera contar sus secretos a sus padres y a los demás, necesitaba que se estuvieran quietos y parasen de hacer el tiempo suficiente para poder verlo y oírlo. Esto no lo podían hacer. Mamá por su bombilla y papá por culpa de Harriet. Desde el momento en que nació, Farquhar estaba completamente solo. Como tenía el cuerpo de un Snamuh, tenía también sus sentimientos y, al verse abandonado, se sentía furioso, frustrado y herido.

Helo aquí, el dulce duende que sabía los secretos de la yoicidad y nadie le escuchaba. Lo que tenía que decir era vivificante, pero sus padres estaban muy ocupados con sus obligaciones y no podían aprender de él. De hecho, sus padres estaban tan confundidos que pensaban que su labor era enseñar a Farquhar a cumplir con su obligación, le castigaban. A veces lo ignoraban castigándolo en su habitación; otras, le pegaban o le gritaban. Lo que más odiaba eran los gritos. Podía soportar el aislamiento y los golpes se acababan enseguida, pero los gritos y el andar diciéndole continuamente lo que tenía que hacer le llegaban tan adentro que incluso amenazaban su alma de duende. No se puede matar el alma de un duende porque es parte del Gran Yo Soy, pero puede herirse de tal modo que parece como si hubiese desaparecido. Esto es lo que le sucedió a Farquhar. Para sobrevivir, dejó de intentar enseñar los secretos a sus padres y, en lugar de eso, los complacía actuando y haciendo lo que se le decía.

Su madre y su padre eran unos Snamuh muy infelices. (En realidad, todos los Snamuh eran infelices, a no ser que aprendiesen el secreto de los duendes.) El padre de Farquhar estaba tan atormentado por Harriet que utilizaba toda su energía en encontrar una poción mágica que borrara todos sus sentimientos. Pero la poción mágica no era la creatividad, en realidad se llevó toda su creatividad y su padre se volvió algo así como un “cadáver andante”. Después de un tiempo, dejó incluso de ir por casa. El corazón de Farquhar estaba deshecho. Como ves, cada Snamuh necesita el amor de los dos, de su padre y de su madre, para dejar que el duende que lleva dentro cuente sus secretos.

Farquhar estaba hundido por el abandono de su padre. Además, como su padre ya no ayudaba a su madre, la bombilla de neón no paraba de parpadear, se le gritaba y regañaba aún más. Cuando cumplió los doce años, conoció la poción mágica que usaba su padre para matar la voz de Harriet. A  los catorce empezó a usarla a menudo y a los treinta tuvieron que llevarlo al hospital Snamuh. Mientras estuvo en el hospital oyó una voz interior que le instaba a levantarse. Esa voz era la voz del “ser” del alma del duende. No importa lo malo que llegue a ser, la voz del duende siempre llamará a un Snamuh para celebrar su ser. Joni nunca abandonó, nunca dejó de intentar salvar a Farquhar. Si eres un Sanmuh y estás leyendo esto, por favor, recuerda: tienes el alma de un duende dentro de ti que está siempre intentando llamarte a que seas.

 Cuando Farquhar yacía en el hospital oyó al fin la voz de Joni. Eso lo cambió todo. Y es el principio de otra historia diferente, mejor.

“VOLVER A CASA” John Bradshaw 

Escuchas a tu duende? Escuchas la voz del “ser” del alma del duende? Tu eres ese duende, ese ser, ese alma… tienes el alma de un duende dentro de ti, escuchala, permite que te hable, que te susurre, y entonces todo cambiará… tu puedes empezar una historia diferente, ahora, una historia mejor… para un instante y escucha la voz de tu alma…

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